Archive for julio 2011

Capítulo 16

-Quiero que volvamos a ser amigos. Sé que no lo conseguiré hasta que me disculpe y te explique porque no acudí el otro día a nuestra cita. En ese momento no me preocupé demasiado pero ahora lo entiendo. Para ti era importante y sé que un verdadero amigo no haría eso. Tú nunca me fallaste y yo a ti si.-no dije nada-Siento tanto todo lo que dije e hice. Espero que puedas perdonarme.
Entonces yo tomé la palabra:
-Tienes razón. Veo que estás arrepentido y te perdonaré-vi que se alegraba- pero antes tendrás que explicarme que fue tan importante para no venir a nuestra cita y no contestar a mis llamadas-no mencioné nada de que esa noche estuviera cenando con Alana.
Suspiró. Pasados unos segundos comenzó a hablar:
-Alana es la hija del rector de la Universidad. Yo no puedo pagarme la matrícula y necesito conseguir la beca- se detuvo y me miró. Parecía esperar que yo dijese algo pero permanecí en silencio-Ese día por la mañana, Alana me llamó. Iba a ir a comer con su padre y luego iríamos a dar un paseo a su casa de campo de las afueras de Nueva York. No fui a nuestra cita por eso.-me quedé petrificada al comprender.
¿Estaba con esa chica para conseguir la beca? Debía de estar equivocada, él nunca fue así. Diego nunca estaría con alguien para conseguir algo. ¿O sí?
-¿Estás con Alana solo para conseguir la beca?-la pregunta lo cogió por sorpresa. Se avergonzó y empezó a tartamudear.
-Yo no… Yo… Esto, no es lo que parece… Yo, Abril…-no dijo dos palabras seguidas que tuviesen sentido.
-¿Estas con esa chica para conseguir la beca, si o no?-no contestó- Vamos, Diego es una pregunta muy fácil y tú eres un chico muy listo. Contéstame. Sé sincero.
-Sí pero yo en el fondo la quiero…
-Cállate- me obedeció-¿Vienes a pedirme disculpas y me confiesas esto?
-Tú preguntaste-me quedé de piedra.
Me eché a reír.
-Y me dices que la culpa es mía por preguntar. Te voy a contar una cosa. Llevo años enamorada de ti. Para mí siempre fuiste perfecto-callé unos instantes esperando su reacción. Pareció sorprenderse pero no dijo nada, así que continué-La verdadera razón por la que vine a Manhattan fue para que tú me quisieras-me costó sincerarme con él pero debía saber esto. No lo miré mientras lo dije-Vine aquí y me encuentro con que tienes novia. Y ahora veo como realmente eres. No eres como pensaba-no me interrumpió en ningún momento- ahora que por fin he abierto los ojos veo como eres realmente y no me gusta nada en lo que te has convertido.
-Abril, no digas tonterías. Soy el mismo de siempre y, ¿qué es eso de que estás enamorada de mí?
-No son tonterías y, si siempre fuiste así me engañaste. Y, para terminar, yo no estoy enamorada de ti lo estuve pero ahora ya no-sentía que mi mente estaba cubierta de niebla y ahora se había despejado dejándome ver como era realmente Diego.
-No entiendo nada-se acercó la mano a la frente y se apartó el pelo de los ojos.
Suspiré.
-Adiós, Diego-dije mientras me levantaba y me dirigía hacia la salida.
-Espera, ¿adónde vas?-se puso en pie y se acercó a mí mientras yo me detenía.
-A mi casa.
-Pero necesitamos hablar.
-No hay nada más de lo que hablar, Diego-mi voz sonaba dura pero esta vez no me dolió hablarle de ese modo.
-Pero no entiendo…
-No hay mucho que entender. Yo estaba enamorada de ti, vine aquí por ti y he descubierto que no eres como yo pensaba. Fin de la historia-sin dirigirle una última mirada, di media vuelta y me marché. Él no hizo amago de retenerme.
No estaba confusa como había estado los días anteriores. Ahora lo comprendía todo. ¡Qué equivocada estuve!
En casa preparé la comida (una pizza) ya que no tenía ganas de cocinar. Había querido a Diego sin conocerlo. ¡Qué tonta fui! No sabía como había estado tanto tiempo sin ver como era realmente. Era horrible, pobre Alana. Seguro que en cuanto consiguiera su beca la dejaría. Diego era egocéntrico y manipulador. No era un chico amable y cariñoso, en quien pudiera confiar, era todo lo contrario. No dejé de pensar lo equivocada que estuve todos esos años en toda la tarde. Por la noche puse una película de miedo que había traído en un USB y la vi mientras comía un paquete de palomitas sabiéndome liberada de problemas.

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Capítulo 15

Me desperté cansada de todo. Más que de todo, de lo complicado que era todo. Como era sábado, decidí ir a tomar un helado de la marca Häagen Dazs. Sí, ese era el helado que tomé llorando por Diego. Pero que lo hubiera tomado en un momento triste no quitaba que siguiera siendo mi helado favorito. Ya había visto algún lugar en Manhattan donde los vendían y acudí allí. Me compré mi favorito, el de doble chocolate. Era una auténtica bomba. En mi vida había comido algo con más chocolate.
Vi una pequeña heladería en la que tenían los helados en tarrinas pequeñas para comer en el momento y me compré una. Mientras degustaba mi helado paseaba sin prisa. Miraba los escaparates de las tiendas buscando algo que comprarme y tener un ``recuerdo´´ de Manhattan. Aunque todavía faltaban alrededor de tres semanas, el tiempo pasa volando. No necesitaba ningún recuerdo ya que sabía que ese viaje no se me borraría jamás de mi memoria. Eliminé cualquier pensamiento negativo de mi mente. No quería agobiarme.
En el escaparate de una tienda vi una camiseta que me llamó la atención.
Era de manga hasta el codo, color negro, con una imagen de Manhattan y ponía: ``Yes, I visited Manhattan and I think this is the best place of the world´´. Entré, busqué mi talla y la compré. Muy satisfecha de mi misma seguí paseando. Me encantaba Manhattan. Era un lugar fantástico. Podría haberme pasado el día caminando por las calle de esa ciudad.
Decidí entrar en una cafetería a tomar una Coca-cola ya que llevaba media mañana caminando sin parar. Me senté en una mesa pequeña situada en un rincón del local. Al poco de sentarme vino una camarera a preguntarme que deseaba. Anotó mi pedido y al cabo de unos minutos lo trajo a mi mesa. La puerta se abrió y sonó una campanita. Levanté la mirada sorprendida ya que no había reparado en la campanita. El efecto sanador y antidepresivo del helado se pasó al instante al verlos aparecer por la puerta. Diego y Alana. Se sentaron en una mesa cercana a la entrada y no repararon en mí. Quería salir corriendo pero me verían. Lo mejor era rezar para que no me vieran y en cuanto se marcharan salir corriendo. Los observé en silencio. Estaban muy cerca el uno del otro y no paraban de besarse y demás cosas por el estilo. Era bastante asqueroso. Me puse una coraza para que no me afectara. Aún seguía sintiendo rencor hacia Diego e intenté que mi rencor superase al amor que sentía por él. No dejaron de besarse en ningún momento, ni siquiera cuando la camarera fue a anotarles su pedido. Deseé que no permaneciesen allí demasiado tiempo para poder marcharme en seguida. Por el momento seguía pasando desapercibida a los ojos de Diego. La historia de mi vida. Solo que esta vez no me importaba demasiado. ¡Dios! ¿Cuánto tiempo les llevaba tomarse un café o lo que fuera? ¿Todo el día? Mi móvil comenzó a sonar(como no en el mejor momento) Sonaba Love the way you lie a todo volumen. Busqué la Blackberry en el bolso pero no la daba encontrado. Para cuando la encontré y apagué sin fijarme en quien llamaba Diego y Alana me estaban mirando. Hice como si no los viera e intenté poner en silencio total el móvil. Recé para que Diego no se acercara pero no tuve esa suerte.
-Hola-me miraba cabizbajo como si estuviera haciendo algo mal.
-Hola, Diego-no le dije nada más. Quería ver que tenía que decirme.
-¿Has pensado en lo del otro día?-noté que le costaba expresar lo que realmente sentía.
-Sí, lo he hecho-vi que su novia nos miraba. No le presté atención.
-¿Y qué piensas?
-¿Respecto a…?-dejé la frase en el aire. No entendía a que se refería.
-A mí-suspiró.
-Diego… Yo… No lo sé…-seguía confusa.
-Cuando lo sepas avísame ¿vale?-su tono de voz era arisco. Dio media vuelta pero lo detuve.
-Espera-se detuvo y se giró a mirarme-¿puedes quedarte a hablar?-miré de reojo a su novia y Diego se percató.
Asintió con la cabeza y me indicó con un gesto que esperara un momento. Se acercó a Alana y le dijo algo. Ella pareció querer protestar pero él le dijo algo que hizo que se levantara y se marchase. Me dio algo de valor el que no la besara.
Vino y se sentó en la silla de enfrente a la mía. Suspiró y empezó a hablar.

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Capítulo 14

Estaba confundida y dolida. Diego se había portado fatal. Quería poder dar marcha atrás en el tiempo al momento en el que se me ocurrió la horrible idea de viajar a Manhattan. Tenía ganas de olvidar. Olvidar mis sentimientos por Diego y empezar de nuevo. Olvidar lo que me había hecho. Pero el ser humano no es una especie dada a olvidar. No paré de pensar en lo que había ocurrido esa tarde. Mis pensamientos iban de un lado a otro. Diego, Mike, Alana, Mike, Alana, Diego… Tal vez si Diego no hubiera estado con Alana todo habría sido diferente. Quise culparla a ella pero sabía que, en el fondo, la culpa era de Diego. Por hacerle caso a ella antes que a los valores de los que siempre había dado muestra. Porque Diego siempre decía que los amigos de verdad nunca te abandonan pero él me había abandonado. Aunque para él no fuera para tanto para mí era muy importante. Me había arreglado, estaba eufórica, tenía esperanzas de poder estar algún día juntos y él lo había destrozado todo. Pero aún así lo quería. Me acosté temprano intentando dormir pero no lo conseguí hasta casi el amanecer.
Me dirigí al trabajo. Deseé que esa fuera una mañana ajetreada para no tener mucho tiempo para hablar con Mike. Sabía que él no me había hecho nada pero…
Al entrar saludé a Mike, me puse mi camiseta de la heladería Mc Gregor y guardé mis cosas en la taquilla. Trabajé en silencio, cabizbaja, intentando evitar a Mike. A media mañana cuando la heladería estaba completamente vacía, Mike me preguntó:
-¿Se puede saber que te he hecho?
-No has hecho nada-le contesté rápidamente. No quería que se sintiera mal porque yo fuera una idiota.
-Cualquiera lo diría-continuamos cada uno en nuestras tareas.
Unos minutos antes de que nuestro turno terminase Mike volvió a hablarme:
-Si estás enfadada porque el idiota ese se enfadó contigo porque tú estabas conmigo… sé que es un lío pero al grano que perdón-lo que me faltaba para sentirme aún peor.
-No, no, no. No discutimos por ti. Estate tranquilo.
-Ah, vale.
Nos despedimos y cada uno se fue a su casa. Decidí ir a hacer footing aunque, la última vez que fuera me había traído aquí. Esa vez escuché música no como la anterior ya que esa vez quería desconectar. Fui a Nueva York, a Central Park. Y allí empecé con el footing. Realicé unos rápidos estiramientos y me puse a correr. Hacía un día muy bonito.
Empezó a sonar She will be loved de Maroon 5 y, aunque esa era una de mis canciones favoritas, cambié. Esa era la canción que había escuchado en el avión de ida a Manhattan mientras esperaba que Diego pudiera llegar a amarme pero ahora sabía que eso era imposible.
Puse cualquier otra canción. Era Ya nada volverá a ser como antes de El canto del loco. Esa canción era perfecta para ese momento. Nada volvería a ser como hacía una semana y mucho menos como un mes o un año antes.
Corrí sin descanso hasta que mis piernas me pidieron a gritos que me detuviera. Me senté en la hierba. Jadeaba. Respiraba tan fuerte que apenas escuchaba la música que manaba de mis auriculares. Saqué mi Blackberry del bolsillo. Me conecté a una de las redes sociales en las que tenía perfil y actualicé todo. Para cuando acabé ya no jadeaba y retomé mi camino. Como todavía era pronto me daba tiempo a dar toda la vuelta a Central Park antes de volver a casa. Lo hice y después volví a casa. Llegué y preparé el baño para darme una ducha. Conecté los altavoces al mp3 y puse la música en el baño mientras me duchaba. Dejé que el agua hirviente aclarara mis pensamientos y liberase las tensiones que llevaba arrastrando desde hacía una semana. No me sentía tan liberada de cargas y pensamientos desde que se me había ocurrido la idea de viajar tras Diego. Esa noche no pensé en nada y dormí como no lo hacía en bastante tiempo.

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Capítulo 13

Acudí bastante cansada al trabajo porque casi no conseguí pegar ojo en toda la noche. ¿Qué le pasaba a Diego? Él nunca fue así. Esa era una de las cosas que hacían que lo amara. No era como todo el mundo. Era muy buen amigo y, como amigo, jamás me había fallado. Pero desde que estaba en Manhattan estaba rarísimo. ¿Sería por la tonta de su novia?
En el trabajo Mike intentó animarme contándome chistes y haciendo bromas todo el rato pero no lo consiguió. Le sonreí un par de veces, por cortesía pero nada más.
Diego se pasó todo el día friéndome el móvil a llamadas y mensajes pero no le devolví ninguna. Me dolía tanto lo que me había hecho. Una cosa era que yo no fuera su novia y él no quisiera nada más que como amigo pero también me había fallado como eso. Pero, aun así, lo seguía queriendo. ¿Porqué no podía gustarme alguien, que nos hiciéramos novios y tonteáramos y ya está? ¿Por qué todo tenía que ser todo tan complicado?
En casa preparé una ensaladilla y comí mientras rechazaba todas las llamadas de Diego. Deseaba que se cansara pronto. En cuando no aguanté más descolgué el teléfono y grité:
-¡¡¡DÉJAME EN PAZ!!!¡¡¡NO QUIERO SABER NADA DE TI!!!
Colgué el teléfono y eso me alivió bastante. Las llamadas cesaron durante media hora. Pero volvieron con la misma insistencia. No quería que se disculpase. Quería olvidarme de él. Conocer a alguien y ser feliz con esa persona. No quería estar con Diego, él me hacía sufrir. Pero lo amaba y eso no se podía cambiar.
Pasé la tarde intentando mantenerme ocupada e intentando no prestar atención a las llamadas de Diego. Apagué el teléfono. Por la noche lo volví a encender para activar el despertador.
Fue una noche sin sueños.
A la mañana siguiente se repitió la rutina del día anterior. Mike vino a mi casa por la tarde. Le debía una comida por los perritos calientes y lo del restaurante. Le preparé mis famosas croquetas. Le encantaron. Nos reímos un montón mientras cocinábamos. Después de comer lavamos los platos y, casi, ensuciamos más de lo que limpiamos.
Estábamos sentados en el sofá viendo una película cuando el timbre de la puerta sonó. ¿Quién sería? Mike me miró con cara extraña y yo me encogí de hombros. Descolgué el telefonillo y pregunté quien era.
-Abril. Soy Diego.
-¿Qué haces aquí?
-Vengo a hablar contigo.
-Márchate, por favor-lo dije en un tono de voz calmado y sereno. No le gritaría. Me controlaría.
-Déjame subir. Quiero explicarte lo que pasó.-no quería escuchar lo que tuviera que decirme. Solo quería que me dejase en paz.
-¿Si te dejo subir cinco minutos, te irás y me dejarás en paz?
-Sí, solo quiero que sepas que fue lo que pasó y, espero, que puedas perdonarme-parecía arrepentido.
Suspiré.
-Sube, cinco minutos.
Abrí la puerta y volví al salón.
-¿Quién es?-preguntó Mike.
-Diego.
Su rostro se ensombreció y puso cara de estar siendo torturado pero no dijo nada.
Un minuto después Diego entró. Le indiqué con un gesto que me siguiera. Fuimos al salón.
-¡Oh, no! ¡Éste otra vez no!-lo dijo por Mike.
-A mí tampoco me caes muy bien-me volví a sorprender de que Mike entendiera a Diego hablando en español.
-Mira he venido a hablar con Abril no contigo.
Mike no contestó y yo tomé la iniciativa.
-¿Qué quieres?-mi voz no mostraba ninguna emoción.
-Quiero explicarte lo que pasó.
Sentí furia, una oleada de furia.
Diego continuó.
-Me surgió algo que hacer-parecía receloso a decirme que era.
-Espera, espera. ¿Me das plantón, no contestas a mis llamadas y ese mismo día te veo en un restaurante con tu ``novia´´ y luego, te pasas el día llamándome y te presentas en mi casa a darme estas explicaciones?-enfaticé la palabra ``novia´´.
-Aún no he acabado-noté que hacía un esfuerzo por controlarse y no gritarme.
-Pues date prisa-me dolió tratarlo así pero él me había hecho tanto daño. Hice un esfuerzo para que las lágrimas no aflorasen a mis ojos.
Diego suspiró. Sabía que me había hecho mucho daño.
-Alana me llamó…
Lo interrumpí.
-Y te olvidaste de mí. No contestaste a mis llamadas y te fuiste a cenar con ella…
-¿Sabes qué?-Diego gritó-¡Tampoco te afectó tanto cuando estabas cenando con ese gilipollas!-dijo señalando a Mike con la cabeza.
Mike fue a meterse pero lo detuve con una mirada en la que le comuniqué que me lo dejase a mí.
-¿Sabes tú otra cosa, Diego? A ese ``gilipollas´´ como lo acabas de llamar lo conozco desde hace una semana y me ha demostrado ser mejor amigo que tú en todo el tiempo que nos conocemos. Ese ``gilipollas´´ me vió sola en la Estatua de la Libertad y vino a animarme cuando tú me diste plantón-remarqué la palabra tú-Yo no lo considero precisamente un ``gilipollas´´ si no un buen amigo, no como tú-lo dije con dolor.
-Vale, Abril. Ya has decidido. Vine con la esperanza de que me perdonases pero según veo, yo también estaba muy equivocado contigo-estaba triste y no me miraba a los ojos.
Se giró para marcharse y al pasar al lado de Mike dijo:
-Muchas gracias. Ella era mi mejor amiga.
-Yo no fui el que le di plantón-Mike no fue capaz de contenerse.
Diego abrió la puerta y se marchó sin decir ninguna palabra más.
Yo me quedé donde estaba durante unos minutos. A continuación, miré a Mike y le dije:
-Por favor, márchate.
Mike se levantó y, sin decir palabra, se marchó.

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Capítulo 12

En ese momento me inundó una oleada de furia y noté como la rabia se extendía por mi rostro.
-Muchas gracias, Diego-lo dije con ironía y furia-Lo pasé genial hoy.
-Lo siento pero…
-No hay disculpas que valgan-lo interrumpí. Intenté no alzar más el tono de voz. Mike me miraba con expresión de consternación-Habíamos quedado, no apareciste, te llamé varios millones de veces y aquí te encuentro tan tranquilo, como si nada-paré para respirar y ese fue el momento que aprovechó Diego para volver a empezar a hablar.
-Lo siento tanto. Es que Alana me llamó y era urgente y…-en ese momento exploté. Con todas las letras.
-¡¡¡¡ERES UN GRANDÍSIMO IMBÉCIL!!!!
En ese momento Mike se metió en la conversación. Aunque habíamos estado hablando en español debió de entender que no era muy agradable.
-Así que tú eres el tipo que le ha dado plantón esta tarde-lo dijo con calma, pronunciando cada letra de cada palabra.
-¿Quién es éste?-me preguntó. Mike debió de entender lo que dijo porque le contestó.
-Soy un amigo y, por lo que parece, mejor que tú-aunque Diego era algo más alto que él no lo amedrentó nada.
La novia de Diego nos miró con una cara extraña pero no se metió en la conversación. En esos momentos no se a quien odiaba más, si a Alana por que había arruinado mi cita con Diego o a Diego por darme plantón a la primera de cambio. Estaba tan confusa y dolida.
-Oye, oye, tú no te metas en ésto-Diego intentó apartar a Mike para poder hablar conmigo pero él le apartó la mano de un golpe seco.
-Me meto si me da la gana-estaba claro que Mike me defendería siempre.
-Abril, dile a este tipo que se aparte-ésa fue la gota que colmó el vaso.
-No, no se lo pienso decir. Hoy has perdido cualquier derecho a pedirme algo. Eres repugnante. Yo pensaba que eras diferente-cada palabra que le estaba diciendo me dolía.
Diego me miró con expresión dolida pero no fui capaz de decirle nada.
-Mike-no se giró-Mike-entonces si se volvió a mirarme-Vámonos de aquí-asintió con la cabeza. Miró por última vez a Diego y me siguió hacia la salida.
Caminamos en silencio y, cuando estuvimos lo suficientemente lejos del restaurante, Mike se detuvo a mirarme y me dijo.
-Abril, por favor, deja de llorar-solo entonces me percaté de las lágrimas que manaban velozmente de mis ojos. Intenté secármelas con el dorso de la mano pero al instante brotaron nuevas lágrimas para sustituir a las anteriores. Mike me cogió de la mano y me guió hacia un banco en el que sentarnos.
-¿Lloras por ese idiota?-Mike me levantó la cabeza con delicadeza y mientras sacaba un pañuelo de su bolsillo y me secaba las lágrimas.
Hice un esfuerzo por responderle.
-Si-no quería mentirle.
-¿Es tu… novio o algo así?-se estremeció al pronunciar la palabra novio.
-No. Es solo un amigo-no se lo creyó pero no insistió en el tema.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
Asentí con la cabeza.
-¿Puedes contarme toda la historia?-dudé-Te prometo que no le diré nada a nadie o lo que sea por lo que estás dudando en decírmelo.
¿Se lo contaba todo? Mike me había demostrado que era un buen amigo. ¿Pero debía decirle que estaba en Manhattan por Diego?
-Da igual. No me lo cuentes no pasa nada-sonrió.
-Te lo voy a contar. Espero que no creas que soy una estúpida.
-Jamás creeré eso-su frase me animó bastante.
-Yo siempre estuve coladita por Diego. Y, él, vino aquí a preparar todo para su inicio en la Universidad. Yo lo echaba de menos y vine aquí a que se enamorara de mí-me sentí ridícula al contarle eso a Mike pero él no hizo comentario alguno-Y él otro día me encontré con él. El día que me caí en la calle, no me caí-me miró interrogante-Iba distraída y por poco me atropella un taxi-me dirigió una mirada horrorizada. Yo continué con mi relato-y él me apartó. Esa chica con la que estaba es su novia. El otro día quedamos, como amigos, y lo pasamos muy bien. Al día siguiente me llamó para quedar. Hoy íbamos a ver la Estatua de la Libertad. Él no apareció. Lo llamé cientos de veces y no me contestó ninguna. Estuve alrededor de una hora esperándole hasta que viniste tú.
-Entiendo que estés muy dolida pero sinceramente, ese tío es un idiota. No te merece.
-¿Sabes? Eres un muy buen amigo-le dediqué una sonrisa agradecida.
Me devolvió la sonrisa.
-Deberíamos volver a casa o buscar otro restaurante- dijo Mike ,a mí se me había quitado el hambre.
-¿Qué te parece una hamburguesa o un perrito caliente con patatas fritas y una Coca-cola en un puesto cualquiera?
-Fabuloso. Mucho mejor que la comida italiana-bromeó Mike.
Encontramos un puesto en la calle y comimos un perrito caliente con Ketchup y mostaza. Ya se empezaba a hacer tarde cuando Mike me acompañó a mi casa. Nos despedimos en el portal mientras yo le pedía que cuando llegara a su casa me llamara.
Cuando subí a casa y saqué el móvil del bolso vi que tenía cuatro llamadas perdidas. Todas de Diego. Mientras me ponía el pijama mi móvil volvió a sonar. Otra vez Diego. No contesté. Al cabo de diez minutos Mike me llamó para comunicarme que había llegado a casa sano y salvo. Apagué mi Blackberry para no escuchar las llamadas de Diego y me metí en la cama intentándome liberar de las tensiones de un día agotador.

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Capítulo 11

En el trabajo hablé bastante con Mike porque no tuvimos demasiado trabajo. Hablamos de todo y de nada. Hablamos de Manhattan y Barcelona. Me enseñó que sabía un par de palabras en español y no fui capaz de contener la risa por el acento que ponía intentando hablar como yo. De nuestros planes de futuro. Él quería ir a vivir a Barcelona y estudiar Antropología pero, de profesión quería ser conservador de museo de Historia. Yo no sabía muy bien que quería hacer pero, seguramente, haría periodismo.
Al salir del trabajo fui apresuradamente a mi casa y preparé la comida (milanesa de pollo con patatas fritas) y comí velozmente. Fui al cuarto de baño a lavarme los dientes y peinarme (otra vez). Le di unos retoques a mi maquillaje y, como me sobraba bastante tiempo, llamé a mi familia. Desconecté la cámara del enchufe y la guardé en el bolso.
Me dirigí a la estación de metro, y cogí él que me llevaría a la isla de la Libertad. Bajé y fui andando hasta la Estatua de la Libertad. Me detuve delante y vi un banco. Decidí sentarme ahí ya que todavía faltaba un cuarto de hora para mi cita con Diego. Estaba muy nerviosa. ¿Cuánto quedaba para las cinco? Solo habían pasado cinco minutos. Saqué el móvil y empecé a jugar a los juegos que venían. Miré la hora las cinco en punto. Guardé el móvil mientras buscaba a Diego con la mirada. No lo vi por ninguna parte. Los minutos pasaron lentamente y Diego no apareció. A las cinco y cuarto lo llamé. No contestó. Seguí esperando.
Volví a llamarle a las cinco y veinte. Esa vez tampoco recibí respuesta.
Empecé a preocuparme. ¿Le habría sucedido algo?¿Dónde estaría?
Le mandé un mensaje preguntándole donde estaba y si se encontraba bien. No contestó. Noté como las lágrimas afloraban a mis ojos. Simplemente me había dado plantón pero… Diego no era así. Diego no me hubiera llamado para darme plantón. Él nunca haría algo así. El Diego del que yo estaba enamorada no era de esa tipo de gente. Él era especial. Estaba segura.
Pero ese día Diego no apareció y rompió otra vez mi corazón. Eran ya las seis y yo todavía estaba en aquel banco, llamando a Diego. Decidí dejarle un mensaje en el contestador y en ese momento apareció alguien conocido.
-¿Abril?-juraría que esa voz pertenecía a…
-¿Mike?-me sorprendió tanto verlo allí que por un momento olvidé mis problemas y a Diego.
-¿Qué estás haciendo aquí?-su cara reflejaba total confusión.
-Pues…había quedado con…alguien y…-me dolía demasiado decir lo que en verdad había sucedido.
-¿Y?-preguntó Mike sin todavía comprender.
Me armé de valor y lo dije:
-Me ha dado plantón.
Me miró y vi aparecer en sus ojos un brillo extraño pero no logré identificar de que se trataba. Abrió la boca como si pensara decir algo pero al cabo de un segundo la cerró.
-Bueno y ¿tú que haces aquí?-intenté desviar la atención de mi infructuosa cita.
-Vine a dar un paseo a uno de mis lugares favoritos de Nueva York.
-Yo venía a visitarla por primera vez-señalé con la cabeza la estatua de la Libertad.
-¿Aún quieres?-sonrió. Realmente Mike tenía una sonrisa preciosa.
-¿Qué?
-Que si todavía quieres visitarla. Podemos ir juntos-su voz flaqueó en esa frase pero yo no le di importancia.
-Fabuloso-me ofreció su brazo. Lo acepté.
-¿Qué mejor que un neoyorquino para enseñarte uno de los lugares más emblemáticos de Nueva York?-se jactó Mike. Le di la razón.
Dimos un paseo alrededor de la estatua y me pidió disculpas por no poder subir al mirador pero había que reservar por Internet con semanas de antelación. Le contesté que no pasaba nada. No se porque siempre que estaba con Mike olvidaba mis problemas y a Diego.
Nos alejamos de la Estatua de la Libertad después de hacer unas cuantas fotos y fuimos a tomar algo. Mike me llevó a un bonito local, no era demasiado grande pero era acogedor. Las paredes estaban pintadas de color naranja claro. No había muchas sillas. Me sorprendió el hecho de que hubiera sofás en vez de sillas. Tomamos chocolate caliente aunque no hacía frío. Como teníamos hambre nos comimos unos cruasanes con chocolate. Yo insistí en pagar por el hecho de que me hubiera hecho de guía.
A las ocho volvimos a Manhattan:
-Oye, Mike.
-Dime.
-¿Te apetece que vayamos a cenar?
-Vale pero primero tengo que llamar a mis padres-hizo una mueca como diciendo ``ya sabes…´´ Le contesté elevando las cejas.
Mike sacó el móvil del bolsillo y marcó un número.
-Hola-le escuché decir.
Calló mientras escuchaba lo que le decía la persona de al otro lado de la línea.
-Es que estoy con una amiga y queríamos ir a cenar. ¿Puedo ir?-la persona del otro lado tardó unos segundos en contestar.
-Muchas gracias, mamá. Si, no volveré tarde-tras decir estas palabras colgó.
-Ya está.¿A dónde te apetece ir?
-La verdad es que nunca fui a ningún restaurante aquí.
-Me parece que me toca elegir entonces. Ummm.....-fingió que estaba meditando-¿Qué tipo de comida te gusta?
Me encogí de hombros.
-Española, italiana, mediterránea…
-Pues vamos a un italiano muy bueno que hay aquí cerca. Tienen la mejor pasta de todo Nueva York, por no decir de todo Estados Unidos.
-Vamos rápido que tengo mucha hambre-notaba como el estómago me rugía.
-¡Ah!-Mike gritó y miró detrás de sí.
-¿Qué pasa?-pregunté con la voz entrecortada.
-Pensé que había un león detrás de mí pero debía de ser tu estómago-se burló.
Le di un golpe en el brazo y él fingió que le hiciera daño.
Echamos a andar hacia el restaurante. Cuando llegamos solo quedaba una mesa libre. Tomamos asiento y miramos la carta. Escuché la risa de la chica de la mesa de al lado. Miré en esa dirección. Debía de estar con su novio. ¡Qué bonito! No quería pensar en Diego, así que, me dispuse a girar la cabeza pero una voz conocida me detuvo en medio del movimiento. Juraría que esa era la voz de Diego. El chico volvió a hablar. Era él, sin duda.
-¿Diego?
El chico se giró y vi que, verdaderamente, era él.
-¿Abril?

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Capítulo 10

No sucedió nada interesante hasta dos días después de mi ``cita´´ con Diego. Estaba en el salón descansando. Mi teléfono sonó y me sorprendí al ver que era Diego. Contesté.
-Hola, Diego-¿qué querría?
-Hola. Te llamo porque…- me extrañó mucho notarlo algo dubidoso-Como el otro día lo pasamos tan bien me gustaría saber si te apetece quedar un día de estos y vamos a visitar la Estatua de la Libertad o lo que quieras-soltó todo eso de corrido, sin respirar. Su petición me dejo algo confusa pero en seguida me recompuse.
-Claro, genial-en el salón de mi apartamento dejé escapar una sonrisa-¿Cuándo te apetece quedar?
-Hoy tengo cosas que hacer pero mañana tengo libre ¿tú?
-¿Por la tarde?-mi turno en Mc Gregor era solo por la mañana.
-Sí, perfecto.¿Qué te apetecería visitar?
-¿La estatua de la Libertad?-pregunté.
-Genial. ¿Te puedo contar una cosa?-no esperó a que contestara-No lo cuentes ¿eh? En mis ratos libres soy guía turístico de Nueva York-lo dijo en tono de confesión. Prorrumpí en carcajadas. Él también.
-¿Quedamos allí?-Diego fue el que primero fue capaz de dejar de reírse.
-Genial,¿mañana a las 5?¿A la entrada?-pregunté.
-Fantástico. Trae la cámara.
-Entendido.
-Hasta mañana ¡Un beso!
-Lo mismo-colgué.
¡Mañana tenía una cita con Diego! ¡Y era él quien me había llamado! ¡No yo! Estaba rebosante de alegría. Fui a mi armario para seleccionar la ropa que me pondría al día. Sabía que todavía faltaban muchas horas pero al día siguiente tendría que llegar del trabajo, preparar la comida y arreglarme antes de marchar y, mucho tiempo no era.
Revolví en el armario. Encontré unos bonitos pantalones vaqueros que eran perfectos. También llevaría una camiseta rosa fucsia de manga corta, bastante sencilla pero muy bonita. En los pies llevaría mis Converse rosas. Busqué un bolso a juego. Tenía uno pequeño, cuadrado, de tela vaquera con flores rosas que era el toque final de mi conjunto. Con la ropa preparada solo me faltaba esperar.
Me acosté temprano porque la mañana siguiente madrugaría bastante. Me levanté y desayuné. Me metí en la ducha y acondicioné mi pelo con una mascarilla. Al salir me vestí y fui a peinarme. Me alisé el pelo pero no mucho. Decidí dejarlo suelto. Me maquillé un poco con algo de brillo de labios. Guardé las cosas en el bolso y salí hacia el trabajo.

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Capítulo 9

La mañana siguiente transcurrió sin sobresaltos. Al salir del trabajo fui a pasear. Cogí un taxi y fui a Nueva York. Aunque pasé un buen rato paseando por los lugares más hermosos y emblemáticos de Nueva York no disfruté demasiado porque no dejaba de darle vueltas a todo lo que había sucedido en los últimos tres días.
¿Qué decisión debía tomar respecto a Diego? Había echó aquella locura por él y ahora no podía dar marcha atrás. ¿Debía intentar que se enamorara de mí o pasar este mes como hubiera hecho si de verdad estuviera mejorando mi inglés? No podía rendirme. Él no podía estar enamorado de Alana, que yo supiera no la conocía desde hacía tanto tiempo. Tampoco quería que Mike creyera que yo iba a salir con él. Rebobinemos. No es que él no fuera buena persona ni nada pero yo todavía quería a Diego y en un mes volvía a Barcelona. Aparte Mike se merecía algo mejor que yo. Una chica amable, solidaria, vamos la típica chica perteneciente a Green Peace y que reciclase. Sí, se que la que pienso que sería su pareja ideal es algo estereotipada pero fue lo único que se me ocurrió en un primer momento.
Mis pensamientos volvieron a girar alrededor de Diego y Alana. Lo llamaría en seguida y le preguntaría si le apetecía quedar a tomar algo. Si no lo hacía en ese mismo instante sabía que no lo haría nunca. Saqué mi Blackberry Storm (regalo de mi decimoctavo cumpleaños) y busqué su número en la agenda. Marqué. Al cabo del quinto tono, cuando pensaba que no contestaría, su voz me llegó a través del auricular.
-¿Si?-no se como no vio que era yo quien le llamaba ya que tenía mi número en la agenda pero lo dejé pasar porque, a veces, Diego, podía llegar a ser un tipo bastante ``peculiar´´.
-Diego, soy yo, Abril-contesté con mi mejor voz de ``hombre, pasaba por aquí y decidí hacerte una visita´´
-¡Hola, Abril! ¿Qué tal de la caída? ¿Fue muy grande el golpe?-estaba empezando a enfadarme con él y no sabía porque.
-No fue para tanto. Fui al médico y me pusieron unos puntos en el brazo pero no es nada.-me dolió más verte con otra. Pero eso no se lo podía decir porque nunca fuimos nada más que amigos.
-Qué asco ¿no? Yo tuve puntos una vez en una pierna y me dolieron muchísimo-estaba controlándome para no mandarle callar. Me estaba empezando a poner nerviosa (bueno, más nerviosa de lo que estoy habitualmente cuando hablo con él).
-¿Diego?- a ver si ahora me dejaba hablar.
-Dime-su voz seguía sonando risueña.
-Es que te llamé por si te apetecía quedar-lo solté de golpe.
-Está bien. ¿Qué te parece ahora? Alana no está.-claro si no no podría venir.
-Sí, perfecto-cita en plan amigos, nunca como nada más.
-¿Dónde estás?
-Estoy dando una vuelta por Nueva York-contesté.
-¿Voy allí o vienes a Manhattan? Hacemos como quieras-a Diego siempre le daba igual donde quedáramos.
-¿Dónde hay un buen sitio para tomar algo y luego dar un paseo?-le pregunté porque él llevaba más tiempo en Manhattan.
-Hay sitios buenos tanto en Nueva York como en Manhattan. Venga, voy yo a Nueva York. Tomamos algo en un Starbucks y luego vamos a pasear por Central Park ¿te parece bien?-me alegré de que él tomara la iniciativa.
-Fabuloso-pasar toda la tarde con Diego en Nueva York ¡vaya planazo! Aunque él tuviera novia. No paraba de pensar que él tenía novia.
-¿Dónde andas?
-Pues…-no tenía ni idea de donde andaba. Le indiqué por los carteles donde estaba.
-Quédate ahí. Ahora voy para allá.
-Ok-finalicé la llamada.
Paseé un poco por donde estaba hasta que vino Diego. Le hice señas para que me viera. Se acercó a mí. Nos saludamos con dos besos, por supuesto, en las mejillas para tristeza mía. Se quedó mirando el brazo en el que tenía los puntos. Cuando vio que yo lo miraba apartó la vista rápidamente. Lo noté un poco raro. ¿Qué le pasaría? ¿Habría roto con Alana? Lo dudaba pero ¿qué es la vida si no un conjunto de sueños? ¿Y qué otra cosa hacía yo si no soñar que Diego me amase?
-¿Vamos? Conozco un Starbucks cercano-con esta frase, Diego, me sacó de mis ensoñaciones.
Caminé a su lado, muy cerca, para no perderme en la marabunta de gente que inundaba las calles habitualmente.
Diego me señaló un Starbucks y ambos entramos en el local. Encontramos una mesa libre al fondo. Nos dirigimos allí y pedimos. Yo un Mocca Frappuccino y Diego, un caffé latte.
Quería decirle porque estaba allí, en Manhattan, pero no me atreví aunque sabía que algún día tendría que hacerlo.
-¿Sabes?-me alegré de que fuera él el primero en hablar-Me alegro de que hayas venido a Manhattan. Eres mi mejor amiga y sé que estarás para cuando lo necesite a mi lado-me sorprendió que se hubiera sincerado tanto.
-Tú también eres mi mejor amigo y ,sí, siempre estaré a tu lado cuando lo necesites.
Sonrió. ¡Qué guapo era cuando sonreía! Me apresuré a devolverle la sonrisa.
-¡Brindemos!-exclamó.
-¿Eh?-esta era una de las cosas que adoraba de él. De repente, te decía cosas así y tú no sabías a que se refería.
-Brindemos porque estás aquí y por nuestra amistad-yo esperaba que dijera por nuestro amor pero levanté mi bebida y brindé igualmente con él.
Acabamos nuestras bebidas y pagamos. Salimos del local y fuimos a pasear por Central Park. Me quedé sin aliento. Era un lugar hermoso. Tanta naturaleza en una ciudad tan grande cómo Nueva York. No hablamos demasiado.
-¿Te apetece sentarte?
Asentí con la cabeza y nos dirigimos hacia un espacio de hierba vacío. Deseaba hablar contarle lo que sentía por él pero no podía. Esta vez solo tendría una oportunidad.
Cuando se acercaba el anochecer caminamos para salir de Central Park y cogimos un taxi de vuelta a Manhattan. Me dejó en mi apartamento. Nos despedimos en mi portal con dos besos.
-He pasado una tarde maravillosa contigo, Abril-me sorprendió que dijera eso. No me dio tiempo a contestar. Él ya había dado media vuelta.
Subía a mi casa con nuevas esperanzas en el corazón.

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Capítulo 8

Por la mañana me encontraba fatal. Tenía un dolor de cuerpo impresionante y no quería levantarme de la cama. Desayuné sin ganas. Me duché y me maquillé para disimular las ojeras.
Lo primero que Mike me preguntó en cuanto entré al trabajo fue si me pasaba algo. Le contesté que no pero sé que no se lo creyó.
Trabajé sin hablar con él.
-¿Te cortaste con un cuchillo el brazo al cocinar?-preguntó Mike con una sonrisilla.
-¿Eh?-lo miré sin comprender.
-La herida de tu brazo-me aclaró.
-Ah, eso. No, me caí en la calle-mejor no le decía nada de que por poco me atropella un coche.
-Pues no tiene muy buen aspecto. Deberías ir al médico, tiene aspecto de necesitar puntos-miré la herida y vi que Mike tenía razón. No tenía buen aspecto.
-No. Seguro que en un par de días tengo el brazo como nuevo-dije sonriendo haciendo acopio de toda la alegría que fui capaz.
-Oye, si es que no quieres ir sola te acompaño al salir del trabajo-me sorprendió tanta amabilidad. Estaba claro. Ese chico era la amabilidad en persona.-Venga que te acompaño.
-No, Mike, no hace falta. Tampoco tiene tan mal aspecto-esperaba que creyese mi mentira.
-Por Dios, Abril, parece que te atacó un zombie- me reí de su comentario-Tienes que ir a que te miren ese brazo. Puedes coger una infección-Mike tenía razón. Iría al médico.
-Está bien. Iré al médico pero no hace falta que me acompañes.
-Insisto, no quiero ser pesado pero…-no pude contenerme y le regalé un sincero abrazo- Vamos tampoco es para tanto. Cualquiera lo haría.
¡Oh, vamos! ¿Estaba de broma? Era de las personas más amables que conociera en toda mi vida. Sin apenas conocerme se había ofrecido a acompañarme al médico.
-Bueno entonces a la salida ¿ok?-Mike volvió a su trabajo.
Asentí con la cabeza.
El día estaba mejorando.
El resto de la jornada sucedió rápido y sin sobresaltos. Luego, a la salida, Mike y yo, cogimos un taxi hacia Nueva York. Él me indicó a que hospital iríamos.
En el hospital tuvimos que esperar bastante pero Mike rechazó todas las proposiciones que le hice de que se marchara a casa. La sala de espera estaba abarrotada. Las paredes estaba pintadas de blanco y en el techo brillaban unos fluorescentes del mismo color. Las sillas eran de plástico blanco e incómodas. Al cabo de dos horas me llegó el turno y aunque le pedí a Mike que se quedara fuera no me hizo caso y me acompañó.
La consulta estaba pintada de color vainilla (cosa que agradecí después de tanto blanco). En la estancia había una mesa de escritorio con un ordenador y un montón de papeles. Las paredes estaban llenas de estanterías repletas de archivadores. Enfrente a la mesa había dos sillas a juego con la mesa y la silla del médico.
El doctor que nos recibió era alto y de aspecto robusto. Su pelo era de color negro y sus ojos reflejaban cansancio. Llevaba una bata blanca con una identificación en la que ponía Doctor Ryan Collins.
Nos indicó con un gesto que nos sentáramos en las sillas de enfrente de su mesa mientras él mismo tomaba asiento.
-¿Qué les sucede?-preguntó con voz amable.
Le expliqué que me había caído y me había echó una herida en el brazo. Dijo que primero le tenía que dar mis datos y después me examinaría para evaluar si necesitaba puntos. En cuanto terminó de escribir en su ordenador nos guió por una puerta en la que yo no había reparado hasta el momento.
La estancia era un poco más pequeña que el despecho. En ella había una camilla y varios armarios con aparatos médicos.
El Doctor Collins me ordenó que me sentara en la camilla y allí me limpió el brazo con alcohol. Escocía bastante pero no dije nada. Después me dijo que me pondría unos puntos y que en un par de días tendría el brazo como nuevo. Yo giré la cabeza mientras el Doctor Collins me cosía el brazo, noté como Mike me daba la mano y me la apretaba para darme ánimos. Le devolví el apretón dándole las gracias. Al cabo de unos minutos terminó y nos fuimos. Mike me acompañó a mi casa y ambos nos detuvimos a la entrada de mi portal.
-Muchas gracias por acompañarme, Mike-le dediqué una sonrisa.
-No es nada, Abril-susurró mi nombre de una forma especial.
Se inclinó ligeramente hacia mí con intención de besarme pero la puerta de mi portal se abrió y eso lo detuvo.
-Chao- me despedí de él con velocidad.
-Hasta mañana-sonrió.
Subí a casa pensando en el día de hoy. No dejaría que Mike se hiciera falsas esperanzas. Mi corazón pertenecía a otra persona. Mike solo era un buen amigo.

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Capítulo 7

Madrugué aunque aún faltaba bastante para que tuviera que ir a trabajar. Quería causar una buena impresión. Me duché y me vestí con unos leggins de color negro, una camiseta negra de manga corta para contrarrestar el calor de Manhattan y unas deportivas blancas. Me peiné con el cabello suelto ya que me lo había alisado. Desayuné y busqué en el armario un bolso pequeño para llevar el móvil y las llaves de casa. Tampoco olvidé guardar mi cámara porque después de trabajar decidí que iría a dar un paseo y llamaría a Diego.
Salí de casa y di un paseo corto antes de entrar a trabajar porque cuando llegué a la heladería Mc Gregor (al final descubrí que era una heladería) todavía faltaba algo más de media hora para mi turno.
Cuando entré, Mike ya se hallaba dentro. Me saludó con un hola y una sonrisa mientras me entregaba el uniforme con mi nombre que debería ponerme mientras trabajase allí. Era una camiseta de manga corta, de color rosa pálido y con mi nombre en letras negras en la esquina superior derecha. Me la puse mientras Mike me indicaba como funcionaba cada máquina y donde encontraría todo lo que necesitara durante mi jornada. En cuanto él terminó le pregunté donde podía dejar mi bolso y me indicó que tras la puerta donde él había desaparecido el día anterior en busca del contrato había unas taquillas. Me entregó una llave y guardé ahí mi bolso.
Durante mi primer día en el Mc Gregor no tuve demasiado trabajo. Un par de parejas, 2 o 3 familias y gente que acudía a la heladería sola.
Al mediodía salí de trabajar y fui a dar un paseo antes de ir a preparar la comida, cosa que siempre odié profundamente. En el fondo sabía que estaba intentando reunir el valor suficiente para llamar a Diego.
En cierto momento caminaba tan ajena a lo que me rodeaba que no me percaté de que un taxi venía a toda velocidad aunque el semáforo estaba verde. Tardé en reaccionar y en un segundo el taxi ya estaba encima de mí. Noté que unos brazos fuertes tiraban de mí hacia atrás y me apartaban velozmente de la trayectoria del taxi. Caí al suelo con fuerza pero en un primer momento no sentí nada. En esos momentos solo notaba confusión en mi mente y el mundo giraba demasiado lento como para comprender la situación. A mi alrededor la gente se arremolinaba para comprobar que me encontraba bien. Con la ayuda de mi misterioso salvador me puse en pie. Sus brazos me agarraron a la altura de la cintura. Levanté la vista y lo vi. Casi me da un infarto. Era él. Sus ojos marrones mostraban preocupación y reconocimiento. Su cabello moreno y sedoso le tapaba algo los ojos. Su rostro entero mostraba preocupación.
-¿Te encuentras bien?-su cálida voz me arrulló. Hacía tanto tiempo que no escuchaba esa voz que tanto amaba y deseaba escuchar en cada instante de mi vida.
Estaba hipnotizada por él y no conseguí musitar palabra alguna.
-¿Abril?¿Qué haces tú aquí?¿Estás bien?-las preguntas se agolpaban en su boca.
Asentí ligeramente con la cabeza para indicarle que me encontraba bien y que no estaba herida.
Diego me ayudó a salir de entre la multitud. Me condujo hacia un banco y me ayudó a sentarme. Una chica muy guapa se sentó a nuestro lado pero yo en esos momentos solo miraba a Diego. Ella era rubia, de pelo largo y rizado. Poseía unos ojazos azules y un cuerpo impresionante. Seguramente, si se hubiera presentado a Miss Mundo habría ganado.
-¿Qué haces aquí, Abril?-Diego me sacó de mi ensimismamiento con esas palabras.
-He venido a mejorar mi inglés-respondí todavía algo confusa.
-¡Qué gran noticia! Me alegro de que una buena amiga como tú también esté aquí, en Manhattan.-dijo Diego mostrándome una gran sonrisa.
-Sí, yo también-dije esbozando una débil sonrisa.
-Ah, por cierto, ésta es Alana-dijo señalando a la chica que estaba sentada en el mismo banco que nosotros.
-Encantada-la ``Miss Mundo´´ esbozó una sonrisa de anuncio de dentífrico mientras me daba dos besos. No le devolví la sonrisa.
-Ella es mi novia-dijo Diego.
Noté que mi mundo se desmoronaba. ¿Él estaba con ``esa´´? Mi viaje había sido inútil. Estando con la chica aquella de aspecto perfecto no querría nada conmigo. Contuve las lágrimas. No, no me desmoronaría delante de ellos.
-¡Oh, eso es fantástico!-fingí alegrarme por ellos aunque en verdad habían destrozado aún más mi ya roto corazón.
-¿A que sí?-Diego no pareció percatarse de lo que yo estaba sufriendo por dentro-Venga ,te acompañaremos a tu casa.
Asentí y les indiqué donde estaba mi apartamento. Permanecí la mayor parte del camino en silencio, asintiendo con la cabeza siempre que podía en vez de dando respuestas largas. En cuanto llegamos a mi portal, Diego dijo que volveríamos a vernos pronto y nos despedimos con dos besos. No se como llegué a mi apartamento pero en cuanto me di cuenta estaba dentro con las llaves en la mano y el corazón hecho añicos. Me dirigí al baño a cambiarme de ropa y vi que tenía bastante sangre en el brazo en el que me había golpeado al caer. Lo lavé y lo curé. Me puse un pijama y me metí en la cama a llorar con un terrible dolor de cuerpo y alma.

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Capítulo 6

Desperté casi a media mañana, muy confusa y sin saber donde me encontraba. Al cabo de unos instantes recordé donde estaba y porque había ido allí. Sonreí y me dirigí a la cocina a desayunar. El señor al que le había alquilado el apartamento me había dejado leche, galletas y demás cosas para que no muriera de hambre antes de poder ir a comprar alimentos en Manhattan.
Calenté la leche y al ir a beberla dije un juramento ya que estaba muy caliente. Comí con ferocidad porque no había probado alimento desde el día anterior. Al terminar de desayunar fui a mi habitación y rebusqué en mi maleta para decidir que ropa ponerme en mi primer día en Manhattan. Escogí unos pantalones vaqueros ajustados, una camiseta azul de rayas y unas Converse azules oscuras. Me duché y ordené todos los productos de aseo en su lugar. También guardé la ropa en el armario y como no me llevó tanto tiempo como pensaba salí a pasear por Manhattan. Estaba eufórica.
Ya casi era mediodía y las calles estaban abarrotadas. Era maravilloso. La gente dirá que las ciudades americanas son agobiantes y estresantes pero a mí me encantaban. No hay palabras para describir las calles de Manhattan. La gente que haya estado en ellas sabrá a lo que me refiero. Miré algunas tiendas pero sin prestar demasiado interés. Lo que más me interesaba eran los edificios, los pequeños lugares íntimos y reservados que hay en Manhattan y también buscaba un puesto de trabajo. Me llamó la atención un cartel en el que se pedía dependienta para servir batidos, helados, refrescos. Entré en el local a preguntar por el puesto. Tras el mostrador había un chico muy guapo y con aspecto amable. Era alto y delgado. Tenía el pelo rubio pajizo y liso. Sus ojos eran de un azul tan claro que parecían grises.
-Vengo a preguntar por el trabajo-dije con algo de vergüenza de cómo sonaría mi inglés.
El chico pareció comprender lo que intentaba decirle porque respondió.
-¡Ah, el trabajo! Espera un minuto-dijo con mucha amabilidad.
Se dirigió a una puerta cerrada que había detrás del mostrador. Aproveché el hecho de quedarme sola para observar la heladería o lo que fuera eso. Era una sala amplia con una barra, unas cuantas mesas y un mostrador con helados, cercano a una máquina de batidos. Las paredes estaban pintadas de un tono rosa muy claro y el suelo era de baldosas blancas y rosas. Era un sitio de aspecto acogedor. Al cabo de dos o tres minutos el chico volvió a aparecer por la puerta.
Llevaba un fajo de papeles en la mano,
-¿Quieres sentarte?-preguntó señalando una mesa desocupada y tranquila en un rincón.
Asentí.
-Me alegro de que alguien venga a por el puesto. Es un poco aburrido estar siempre solo. No es que el trabajo sea agotador pero por las mañanas no suele haber mucha gente y yo aquí solo… Por cierto me llamo Mike. ¿Y tú?-sin duda era un muchacho muy hablador y simpático.
-Yo Abril.
-Encantado-dijo ofreciéndome su mano para que la estrechara. Se la estreché.
-Bueno, ahora que ya nos hemos presentado, ¿qué te parece si me hablas del trabajo?-dije intentando parecer simpática.
-Perfecto.-me explicó todo lo que necesitaba saber respecto al trabajo, que no voy a contar porque es demasiado aburrido y lo que resulta verdaderamente importante es que encontré trabajo e hice un amigo.
-Bueno, ésto ya está listo así que puedes empezar a trabajar mañana mismo.
-Genial-bueno, uno de mis problemas ya estaba solucionado.
-Entonces ¿eres española?-me preguntó Mike, interesado.
-Sí, soy de Barcelona-contesté con una sonrisa.
-Cuando sea mayor me encantaría ir a Barcelona, a estudiar. ¿Es un lugar tan hermoso como dice todo el mundo?-preguntó con un brillo soñador en sus ojos.
-Sí, es muy bonito. La Sagrada Familia, el paseo marítimo, el paseo de la Gracia, el barrio gótico, las ramblas, el Montjuïc…
La puerta se abrió y entró un grupo de chicos y chicas, rondarían los 16 años y armaban bastante barullo.
-Tengo que volver al trabajo. Hasta mañana-se despidió con una sonrisa.
-Hasta mañana.
Pasé la tarde comprando comida en un supermercado cercano a mi casa y no pude hacer nada más. Mientras preparaba la cena (espaguetis a la boloñesa) pensé que todavía no sabía nada de Diego. Mañana al salir del trabajo lo llamaría.

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Capítulo 5

El aeropuerto de John F. Kennedy era bastante más grande que el aeropuerto del Prat en Barcelona. Había tantísima gente que si te quedabas parado en un sitio eras arrollado por una marea de gente atareada, gente rica, gente humilde, gente que estaba allí esperando familiares, de vacaciones o por trabajo…
Recogí mis maletas y busqué un taxi que me llevara a Manhattan. La noche era bastante cálida pero no tanto como en Barcelona. Desde el taxi llamé a mi familia para decirles que había llegado y que les llamaría por la mañana ya que me encontraba agotada. El viaje duró alrededor de media hora y en la puerta del edificio donde viviría me esperaba el dueño del apartamento que me daría las llaves y firmaríamos el contrato.
El edificio era color gris con amplios ventanales y 12 pisos sin incluir el ático que era el piso que había alquilado por ser el más barato y estar desocupado y aunque no era muy grande para mi sola me llegaba.
Firmamos rápido, me entregó las llaves y me deseó una buena estancia en Manhattan. No me acompañó a ver el piso porque era más de medianoche y al día siguiente tenía que trabajar. Llamé al ascensor y subí al ático. Abrí la puerta de mi apartamento y me encontré con un pequeño y sencillo recibidor, pintado de color amarillo claro, con una mesita para dejar las llaves y un perchero de madera clara.
A la izquierda del recibidor había dos puertas y a la derecha, otras dos. Tras dejar las llaves y el abrigo en el recibidor me dirigí a la primera puerta de la izquierda. Era un pequeño baño de baldosas, azul claro,con un espejo, una ducha y un armarito para las toallas.
La siguiente puerta era la que conducía a la cocina. Era una estancia luminosa, pintada en tonos cálidos. En la pared de enfrente a la puerta se encontraba un amplio ventanal. En el centro de la estancia había una mesa con 4 sillas de madera de pino en color blanco. A la derecha de la mesa estaban la lavadora y la nevera. La cocina de inducción estaba a la izquierda de la mesa.
Salí de la cocina y fui a la primera puerta a la derecha del recibidor. Era el salón. Las paredes estaban pintadas de un tono verde muy claro que hacía juego con el sofá de tres plazas que se encontraba enfrente al televisor. Había un par de cuadros en las paredes pero no reparé mucho en ellos. La ventana tenía las, también verdes, cortinas echadas pero yo las descorrí para admirar la vista que tenía desde el salón. Era magnífico. Todas aquellas luces de coches y edificios que brillaban como estrellas en ese cielo oscuro .Permanecí admirando todo ese esplendor durante unos minutos y después fui a ver mi habitación.
Era de color azul claro, uno de mis colores favoritos y poseía un armario empotrado, una cama con la funda de flores azules y blancas, una pequeña butaca tapizada en color azul y las cortinas azules. En un primer momento, tanto azul me mareó pero era una habitación muy bonita. Llevé las maletas a la habitación. Cogí un pijama y me acosté.
En menos de un minuto ya estaba profundamente dormida.

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Capítulo 4

Los demás días que faltaban para que cogiera el avión que me llevaría al viaje que cambiaría mi vida para siempre pasaron en un suspiro.
Estaría en Manhattan exactamente un mes. Desde el 13 de julio hasta el 13 de agosto, día en que cogería el avión de vuelta a Barcelona con el amor de Diego o sin él.
En cuanto llegara a Manhattan y me instalara en el apartamento que había alquilado, debería encontrar un trabajo y, por supuesto, a Diego porque, todo ese viaje no tenía sentido sin él.
El día anterior a mi viaje a Manhattan me despedí de mi familia. Todos estaban apenados pero me despidieron con alegría para que no me sintiera mal.
Aquella noche casi no conseguí pegar ojo ya que me encontraba muy nerviosa por volver a ver a Diego.
Si no sabía nada de él en un par de días lo llamaría contándole que yo también me hallaba en Manhattan y que podíamos quedar.
En el aeropuerto mis nervios crecieron pero en cuanto subía al avión y comprendí que en un par de horas estaría en Manhattan cerca de mi querido Diego me calmé.
Conecté los cascos al mp3 y el escuchar mis canciones preferidas eliminó el resto de nervios que todavía quedaban en mi interior. Escuchar música era mi mejor medicina para aplacar los nervios.
La canción que sonaba en ese momento era She will be loved de Maroon 5:
Look for the girl with the broken smile
Ask if she wants to stay awhile.
And she will be loved.
Ojalá Diego me amara como el chico de la canción amaba a la chica. Su amor era parecido al nuestro.
Yo siempre estuve a su lado pero él nunca sintió nada más que amistad por mí.
Me identifiqué a la perfección con el chico de la canción y me pregunté si ambos lograríamos que las personas que más deseábamos se fijaran en nosotros.
Durante las horas que pasé en el avión me dediqué a mirar las esponjosas nubes soñando que eran de algodón de azúcar y a escuchar música intentando no pensar en lo que el destino me depararía en Manhattan.

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Capítulo 3

Lo primero que hice a la mañana siguiente fue buscar un vuelo que despegaría la semana próxima del aeropuerto del Prat rumbo a Manhattan.
Eso me llevó más tiempo de lo esperado y para cuando acabé ya era mediodía.
Me preparé una ensalada mixta y por la tarde fui al ``Corte Inglés´´ a comprar las maletas, los neceseres y demás enseres necesarios para un viaje de tanta duración.
Compré una gran maleta rígida de color violeta, varios neceseres, champús y gel de baño junto con algunas otras cosas de aseo diario.
Apenas tuve tiempo de preparar las maletas ese mismo día y dejé la difícil elección de que ropa llevar en mi alocado viaje a la mañana siguiente.

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Capítulo 2

A la mañana siguiente desperté con 2 kilos que el día anterior no tenía y un empacho terrible a causa del helado.
Me puse un chándal y unas deportivas, me recogí el moreno cabello en una cola alta y salí a hacer footing por el, todavía dormido paseo marítimo de Barcelona.
Esa vez no escuché música como hacía a menudo porque necesitaba pensar. Debía tomar una decisión sobre Diego. Debía hacer algo.
Las opciones eran claras:
-Opción a) olvidarme de él.
-Opción b) olvidarme de él.
Había pasado demasiado tiempo sin confesarle que lo quería por miedo a que me rechazara y porque creía que preferiría no tenerlo como novio a perderlo como amigo y, ahora, él ya no estaba de ninguna forma.
Si se lo hubiera dicho, a lo mejor, lo habría perdido igualmente pero, al menos, tendría la conciencia tranquila y podría decir que lo había intentado.
Se que ésto sonará muy de película pero necesitaba hacer algo. NO quería rendirme. Y, si el dicho es verdad, la esperanza es lo último que se pierde .A lo mejor aún me quedaba una última oportunidad como un comodín.
¡Sí! No pensaba rendirme. No hasta escuchar de sus labios el no definitivo.
Ya volvía a casa cuando el pensamiento más irracional surgió en mi mente como si de jirones de niebla se tratase. Podría viajar a Manhattan.
Deseché la idea pero siguió dándome vueltas a la cabeza durante todo el camino de vuelta a casa.
Sí, era una locura y, evidentemente Diego pensaría que estaba loca (algo no muy alejado de la realidad) pero si me inventaba una argumentación con sentido…
El plan tenía muchos fallos como ¿dónde me hospedaría?¿de qué comería?¿qué haría sola en Manhattan? Pero no era una mala idea.
Al mediodía ya había tomado una decisión. Viajaría a Manhattan por espacio de un mes, encontraría un trabajo y a Diego e intentaría por todos los medios que me quisiera como algo más que como una amiga de toda la vida.
Pasé toda la tarde buscando alquileres en Manhattan y encontré alguno asequible a los ahorros que tenía. Envié un email a cada uno de los propietarios explicándoles que deseaba pasar solamente un mes en Manhattan para perfeccionar mi inglés.
Era la excusa perfecta. Llamé a mi familia y les comuniqué mis planes de irme un mes a Manhattan para perfeccionar mi inglés. En un primer momento les pareció una idea descabellada pero terminaron por aceptarlo.
Me acosté con la sensación de que la vida me estaba ofreciendo una segunda oportunidad para cambiar mi destino.

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Capítulo 1

¿Qué cómo lo conocí? Lo conozco desde casi toda la vida, desde 1º de Primaria.
¿Cómo me enamoré de él? Simplemente un día supe que era él aunque, creo que, en el fondo, lo supe desde siempre.
Y ahora recuerdo como lloré su marcha mientras devoraba una tarrina de helado de 2 kilos de la marca Häagen Dazs de doble chocolate y veía ``Mi vida en ruinas´´ mientras comparaba mi suerte con la de la protagonista aunque, al final, a ella la ascienden y encuentra el amor mientras que yo continuaba igual que al inicio de la película, bueno, tal vez un poco más hundida en la miseria porque sabía que mi príncipe azul no vendría esa noche a confesarme su amor.
Creo que me merecía eso. Por no decirle que lo amaba, ahora, él, se encontraba en Manhattan a miles de kilómetros de distancia.
Si hubiera tenido el valor de decírselo puede que él estuviera compartiendo conmigo el helado y viendo esta película o, yo, estaría con él paseando por las calles de Manhattan en vez de lamentándome.
¡Qué asco! Estaba empezando a parecerme a esas protagonistas perfectas que lloran la pérdida del amor de su vida perfecto y se lamentan hasta que el chico vuelve y le pide perdón y le confiesa su amor y sus vidas vuelven a ser perfectas. Lo detestaba.
¿Dónde vive la gente que escribe esos libros?¿En el ``País de nunca jamás´´? ¡Vaya tontería! Ojalá las cosas fueran tan fáciles. Ojalá sonara mi timbre y al abrir lo encontrara con un ramo de rosas rojas (la verdad, me valdría cualquier flor pero mejor especificar con algo tan ``romántico´´) diciendo que ha vuelto desde Manhattan porque se ha percatado de que soy el ``amor de su vida´´. Pero el timbre nunca sonó y yo me dormí pensando en todos aquellos ``ojalás …´´ que rondaban mi mente aquel viernes de principios de julio.

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Mi vida en Manhattan

Abril es una chica de 18 años que, enamorada perdidamente de Diego, vieja a Manhattan cuando Diego se marcha a Estados Unidos para confesarle su amor, Abril vivirá aventuras y desventuras intentando conquistar el corazón de Diego.

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