Archive for noviembre 2011

¡¡Nuevo blog!!

http://laprofeciadeehia.blogspot.com/

Pues como ya dije en la anterior entrada, me he creado el blog. ¿Os apuntáis? :D
¡Qué entrada más larga! ¿A que sí? xD

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Reseña de La profecía de Ehia, mi nueva historia

¡Hola, aficionados /aficionadas a blogger! Pues parece que os tengo un poco abandonadillos. Ya hace días que subí esto a mi tuenti ( Mi Vida En Manhattan, por si alguien quiere agregarme) y aquí me olvidé. Lo siento pero es que yo soy así :P Bueno, a lo que iba. Después de Mi Vida en Manhattan y Mi Vida en Barcelona, pienso seguir escribiendo. Y mi nuevo proyecto se llama La Profecía de Ehia. ¿Os preguntáis de qué trata? Ahora os dejo la reseña ;)


Él será el elegido,
él que viva en los bosques colindantes,
nacido en el día señalado por Reydyan,
acudirá a nosotros representando al temible Akyan,
y nosotros acabaremos con él.
Pero todavía hay una esperanza,
la diosa Kaelida lo protegerá
y afirmará que él no reencarna al mal.

Una críptica profecía, dos jóvenes y muchos enemigos pero ningún aliado. ¿Qué les deparará el destino en las misteriosas tierras de Layndeian? ¿Qué les sucederá en esta aventura que cambiará sus vidas para siempre? ¿Podrán Noah y Pablo vencer a sus enemigos?


¿Cuándo la leeréis? Hasta Navidades no creo, lo siento pero no tengo tiempo para escribir, sólo los viernes, sábados y domingos y no os creáis que cunden mucho. Además de que quiero estar un tiempo de rélax después de llevar ya cinco meses en blogger ;) Pero seguiré por aquí, leyendo vuestros blogs ;D Según tenga más información de cuando la subiré y demás os la iré dando (y al mismo tiempo que en Tuenti) :P
¡Besos!

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Epílogo

Mike:

Le acaricié la mano. Estaba sentada en el asiento de al lado, en un avión hacia México después de acordar un reportaje con la revista. Volvíamos a estar juntos.
-Todavía no soy capaz de creer todo lo que está pasando-dijo sonriendo.
-Yo tampoco.
-¿Qué crees que ocurrirá?
-Terminaremos por descubrir alguna momia-aseguré.
-No me refería a eso-exclamó riendo.
Asentí, sabía a qué se me estaba refiriendo.
-No lo sé, será lo que tenga que ser.
Ella asintió y cerró los ojos.
-¿Piensas volver a Manhattan algún día?
-No lo sé-dije encogiéndome de hombros-Me gustaría volver-confesé.
-A mí también-dijo ella.
-Será nuestro próximo destino-aseguró con una sonrisa que ella me devolvía.
Sí, lo sabía. Volveríamos algún día.

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Capítulo 43

Mike:

Eran más de las diez de la noche cuando Jake me llamó. Me costó procesar la información. Ella pensaba que yo estaba con Clara, me indigné un poco, yo no era como Diego, no era esa clase de persona. Pero no debía pensar en eso ahora. Yo seguía sintiendo algo, tal vez ella no quisiera nada pero debía hablar con ella. Se marchaba en seguida. Me lo había dicho aquella tarde al despedirse cuando terminó la entrevista. Quería hablar o verla una vez más, explicárselo todo y, que al menos, pudiéramos ser amigos aunque sabía que eso sería imposible. Corrí hacia el hotel donde había mencionado que se hospedaba. Cuando llegué me detuve, y miré a mi alrededor. La vi caminar hacia un cohe.
-¡Espera!-grité.
Cuando estuve lo suficientemente cerca la rodeé con mis brazos y la besé, me dio un bofetón.


Abril:

Me separé de él. Aunque mi primer impulso fuera devolverle el beso, la cordura se impuso.
-¿Qué haces? ¡Gilipollas!-le grité.
-Déjame explicarte-susurró.
-No hay nada que explicar, déjame en paz.
-No es como piensas. Yo no te dejé por Clara.
-¿Cómo qué no?-exclamé dolida. Parpadeé.
-Yo pensaba que tú estabas con Diego, os vi besándoos.
-¿Yo? ¿Con Diego? ¿Qué dices? Él me besó y yo le dije que se fuera a…
-Ahora lo sé, antes no. Rachel fue quien se dio cuenta después de hablar con Jake.
Lo comprendía. ¿Entonces…? ¿Entonces nos habíamos dejado por esa tontería?
-¡Espera!-exclamé-Yo te vi besándote con Clara. ¿Eso no significa nada?
-Diez mil besos de ella no son comparables a uno tuyo-dijo sonriéndome.
Me dejó helada, como si en vez de haberme dicho una frase preciosa me hubiera arrojado un cubo de hielo.
-¿Entonces…?
Él asintió.
-Lo siento-susurramos al unísono.
Reímos bajito.
-¿Qué debemos hacer?-musité cerrando los ojos.
-Lo que nos dicte el corazón-aseguró.
¿Qué me dictaba el corazón? No lo sabía.
-Tengo una idea-sonreí.
Él me miró, esperando una explicación.

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Capítulo 42

Rachel:

Quería matar a mi hermano. Por gilipollas, idiota, traidor, traicionero y todo lo que se le pudiera llamar. ¡Llamarme para saber si Abril estaba con Diego cuándo fue él quién la dejó! ¡Qué morro! Primero la dejaba por la tonta aquella y ahora no sé que quería hacer. ¿No le bastaba con haberse besado el día del cumpleaños de su novia con otra? ¡Claro que no! Dudé si llamar a Abril. No sabía que hacer. Decidí dejar las cosas como estaban. Llamé a Jake,
-¡Hola! Adivina con quién acabo de hablar-dije.
-Con Mike-contestó lleno de seguridad.
-¿Cómo lo has sabido?-dije con recelo.
-Yo le dije que te llamara.
-¿Qué tú le has dicho que te llamara?-exclamé.
-Sí.
-¿Porqué?-quería gritarle pero me contuve, tenía que relajarme.
-Porque no paraba de ``autoreflexionar´´.
-¿Autoreflexionar sobre qué?
-Se ha encontrado con Abril.
-¡Eso ya lo sé!-exclamé, exasperada.
-¿Entonces qué no sabes?-dijo Jake.
-Sobre que autoreflexionó-dije, armándome de paciencia.
-Sobre si Abril seguía con Diego, yo le dije que no sabía y que te llamara a ti.
-Muy bonito.
-¿El qué?
-Lo que está haciendo Mike.
-¿Qué está haciendo?
-Ahora se interesa por ella.
-¿Cómo?
-Después de dejarla por otra.
-¿Qué?
-¡Oh, Jake! Ni que no lo supieras-exclamé.
-Te juro que no sé de que me hablas.
-De que Mike dejara a Abril por otra.
-¿Mike? ¿Por otra? ¡Si fue ella!
-¡Vamos! No hace falta que lo defiendas tanto, es mi hermano pero es un  imbécil.
-Y también es mi amigo y sé que él no la dejó por otra-siguió defendiéndolo Jake-Él la vio besándose con Diego y la dejó por eso, porque ella estaba con otro.
-Si ella me contó a mí que Diego había ido, ella lo había rechazado y vio a Mike besándose con otra.
Entonces lo comprendí.
-Mike no ha sido.
-No ha sido ninguno de los dos-exclamé, pasmada.
-¿Cómo qué…?-empezó pero lo corté.
-¿Te quieres callar?-ordené-Déjame que te lo explique. Él pensó que ella estaba con Diego mientras ella lo rechazaba y Mike besó a Clara y ella pensó que estaba con ella. ¿Lo entiendes?
-Claro que lo entiendo-refunfuñó.
-¿Te enfadaste porqué te mandé callar?-contesté con un tono de voz dulce.
-No, qué va.
-¿Qué hacemos?
-No lo sé.
-¿Se lo decimos?-dudé.
-Sería lo mejor pero…
-Ya-asentí y me quedé pensando en silencio-¡Hay que decírselo! Si no quieren volver a estar juntos genial si no también.
-Pero ahora es tarde para avisarlos. Yo llamaré a Mike.
-Yo lo haré mañana.
-Te cuelgo y te llamo después de hablar con él.
Asentí y me quedé pensando en todo lo que había descubierto.

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Capítulo 41


Mike:

Llamé a Jake.
-¡Hola, cuánto tiempo sin hablar, eh!
-Abril acaba de marcharse de mi casa.
-¿Qué qué?-dijo, noté que estaba tan alucinado como yo.
-Lo que has oído.
-¿Y qué hacía ahí? ¿No habréis vuelto?
Le conté todo.
-¿Qué hago?
-Ella está con el imbécil, ¿no? Entonces, ¿qué pretendes hacer?
-No lo sé, por eso te llamo. Pero veo que no sirves de mucha ayuda-refunfuñé.
-No soy un consejero matrimonial-replicó-A ver llamado a Rachel, seguro que ella sabe que hacer.
-Tienes razón, adiós-dije apresurado.
-¡Ey! ¡Qué amable! Primero ni me saludas y ahora me cuelgas así como así, sin preguntarme que tal estoy ni nada.
-¿Qué tal estás?
-Muy bien.
-Adiós-le colgué.
Llamé a Rachel.
-¡Hola, hermanita!
-¿Qué quieres?-dijo.
-Tengo que hacerte una pregunta. ¿Tú has seguido teniendo trato con Abril?
-Sí, ¿porqué?
-Necesito saber si sigue con Diego.
-No te lo pienso decir-exclamó con furia.
-¿Porqué?
-¡Porque no!-gruñó.
-¿Sabes? Hace mucho que no veo a Jake.
-¿Y a qué viene esto ahora?
-Que estuve pensando en decirle a Jake que se venga a pasar el verano a Salamanca y no iréis a la playa.
-¡No te atreverás!-exclamó.
-Sabes que sí. Canta, bonita-dije con regodeo.
Noté que dudaba pero terminó por hacer lo que yo sabía que haría.
-No. ¿Contento?
-Más que eso. Adiós.
-Adiós.

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Capítulo 40

Abril:

Me marché con desconcierto. No había ningún indicio de Clara, ni fotos, ni recuerdos, ni cosas femeninas, ni ella misma. ¿Habrían roto? Podría ser, él se merecía algo mejor. Aunque, ¿quién era yo para juzgar? Él me había dejado, si le habían dejado que se aguantara. Pensaba con enfado, el desconcierto inicial se había evaporado dejando ira y rabia a su marcha. Suspiré en silencio, entré en mi coche y cerré los ojos. Ya debería de haberlo superado, no debía permitir que me afectara tanto. Tenía que olvidarme, era un trabajo más. Lo haría, impecable como siempre, volvería a Barcelona y seguiría con mi vida. Pero ¿cómo podría continuar con mi vida? Él había sido la persona a la que más quería y lo había perdido. Habíamos quedado al día siguiente. ¿Qué había sentido Mike? ¿Lo mismo? ¿Nada? Seguro que ya se había olvidado de mí, él podría salir con la chica que quisiese. Con su pelo rubio, sus ojos azules, su sonrisa y su personalidad. Recordé todas las veces que me había hecho reír, sus gestos cariñosos, su forma de defenderme, todo. Cada instante juntos era mágico solo por haberlo pasado con él. Momentos en Manhattan y Barcelona, en Central Park, en la heladería Mc Gregor, en el Jardín Botánico de Brooklyn, en el cine, en Long Island, paseando por cualquier lugar, en el paseo marítimo de Barcelona…

Encendí el coche y conduje hasta el hotel. Entré en la habitación en la que dormía. Cerré la puerta y me dejé caer en la cama. Saqué mi móvil y llamé a Rachel, era la única con la que podía hablar.
-¡Hola!-exclamó con alegría.
-Hola-dije.
-¿Pasa algo?-preguntó antes de mandar callar a alguien.
-Me he encontrado con Mike.
Permaneció unos segundos en silencio, casi pude imaginar su expresión de sorpresa.
-¡Espera, espera! ¿Estás en Salamanca?
-Sí.
-¿Y se puede saber qué haces allí?
-Tengo que hacerle una entrevista a tu hermano.
-¿Y qué te ha dicho?
-Sólo ha contestado a las preguntas.
-Ah…-se quedó pensativa.
-¿Puedo preguntarte una cosa sobre Mike? ¿Está con Clara? ¿O con otra persona?
Noté que dudaba.
-No hace falta que contestes-me apresuré a añadir.
-No creo que pase nada si te lo digo… No.
-¿En serio?
-Sí, después de ti creo que no ha estado con nadie, o al menos no el tiempo suficiente para contárnoslo.
-¡Oh!-exclamé llena de sorpresa.
-¿Qué piensas?
-Nada, no lo sé…
-No te preocupes. Tengo que colgar-se apresuró a añadir.
Asentí y colgué.

Ya no sabía ni que pensar ni que hacer.

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Capítulo 39

Mike:

Y allí me encontraba yo, en Salamanca, antes de mi viaje a México, a punto de recibir a alguien para que me hiciera una entrevista. A la hora indicada, alguien llamó a la puerta de mi casa. Vivía en el extrarradio de Salamanca y no había apartamentos, de modo que vivía en una casa de dos plantas, construida en sólida piedra para contrarestar los fríos inviernos. Me acerqué a abrir. En la puerta se encontraba una chica, a la que reconocí de inmediato. Una oleada de recuerdos y sentimientos inundó mi mente y me quedé paralizado con la mano todavía en el pomo. Ella me miró y reaccionó igual que yo pero se sobrepuso enseguida.
-Hola, vengo a hacerte una entrevista. ¿Puedo pasar?-dijo con una sonrisa.
Me eché a un lado, indicándole que pasase. Llevaba la funda de un portátil colgada del hombro. Se paró en el recibidor y la guié hasta el salón. Le indiqué que se sentara en un sofá y yo me senté en el de enfrente.
-No me esperaba verte aquí-musité.
-Eso debería haberlo dicho yo.
Cerré los ojos.  Estaba aturdido.
-Veo que al final conseguiste lo que te proponías.
-Puedo decir lo mismo-añadió con una fugaz sonrisa.
-¿Sigues viviendo en Barcelona?
Se extrañó pero asintió con la cabeza.
¡Por supuesto que vivía en Barcelona! ¿Dónde iba a vivir si no? Se notaba que estaba conmocionado.
Miró la sala, en busca de algo en las paredes.

Me sentía muy confundido. Tenía muchas cosas que decir pero no tenía palabras, era como si me hubiera olvidado de hablar.

-¿Empezamos?
No supe a qué se refería hasta que sacó una libreta y un bolígrafo de la funda de su ordenador.
-¿Cómo empezaste con la antropología?-recitó mirando unos papeles impresos.
-Creo que ya lo sabes pero si hace falta te lo cuento-sonreí por primera vez.
-Humm Como quieras-murmuró.
Empecé a contarle todas aquellas cosas que ya le había dicho cuando estábamos juntos, parecía que hacía siglos. Pensé que cuando eso acabase, ella volvería a Barcelona con Diego, y yo me quedaría solo, esperando algo que nunca volvería.

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Capítulo 38

Ocho años después

Abril:

Estaba en mi apartamento, con el televisor encendido y el ordenador en mi regazo para escribir un artículo, cuando la noticia me llamó la atención. Hablaba de unos antropólogos que, en Salamanca, iban a iniciar una investigación en México sobre los mayas y los aztecas, e iban a recuperar antiguas construcciones. Me acordé de Mike, después de todos aquellos años todavía resultaba doloroso. Más de lo que deseara. Él me había dejado por Clara, en el día de mi cumpleaños. Después de decirle a Diego que se fuera de nuevo a Manhattan y me dejara en paz, estuve mucho tiempo sin interesarme por nadie. Caminaba por las calles de Barcelona con miedo a encontrarlo besándose con Clara. Después de dos o tres años intenté mantener otras relaciones pero ninguna funcionó. Siempre terminaba por compararlos con Mike. Terminé por resignarme ante la idea de morir sola en mi apartamento rodeada de gatos, como la loca de los gatos de los Simpson. Y entonces mi editor me llamó.
-¿Abril?
-¿Si?
-Necesito que hagas un trabajo.
-Ajá, te escucho.
-En principio este artículo lo iba a hacer Pedro pero él no puede así que lo harás tú. Tendrás que ir a Salamanca y entrevistarte con el jefe de la expedición esa a México.
-¿Cuándo será eso?
-Mañana. Te enviaré un correo con la información.
-Está bien-colgué el teléfono y estiré los brazos.

A la mañana siguiente cargaba en mi coche una maletita para ir a Salamanca.  Arranqué mi pequeño coche y partí. A mediodía llegué. Comí algo en un restaurante y fui a mi hotel. El supuesto jefe de la expedición me llamó. Dijo que no podríamos vernos ese día, que a la mañana siguiente me entrevistaría con su ayudante. Asentí, y solo me quedó esperar. Paseé un poco por la zona pero no mostré demasiado interés. Lo que más deseaba era volver a Barcelona. Todavía seguía afectada por su recuerdo, aunque siempre mantuve contacto con Rachel, no quise hablar de él y de lo feliz que estaría siendo con Clara.

Me enviaron una dirección a la que debía acudir, a las a fueras de Salamanca.

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Capítulo 37

Al día siguiente acudí a una joyería a comprar un medallón, pero no uno cualquiera, uno de esos que se abren y pueden contener fotos. Encontré el indicado, muy parecido a la pulsera. Ese mismo día, Abril me dijo que sus amigas querían quedar con ella para celebrar sus diecinueve años. Decidimos que yo la acompañaría ese día pero, aparte, quedaríamos ese mismo día en privado, después de comer con sus padres.
Y, así llegó el esperado día, siete de abril.

Madrugué, me duché y, hacia la una de la tarde, fui a casa de los padres de mi novia sin olvidar pasarme antes por la floristería. Llamé al timbre.
-¡Espera! Bajo ahora.
Asentí y esperé.
Llevaba puesto un vestido, inusual en ella. Era negro, la falda era corta y se abría hacia fuera, la parte de arriba era de tirantes y con unos abalorios discretos. En los pies llevaba unas bailarinas, también negras. Llevaba la pulsera que yo le había regalado.
-¡Hola, guapísima!-dije acercándome y besándola en la mejilla-Felicidades-susurré en su oído antes de retirarme hacia atrás.
Ella sonrió y yo sonreí, a mi vez. Le tendí las flores. Se apartó el pelo del rostro y las cogió con una mano. Aspiró su olor y sonrió de nuevo.
-¿Vamos al parque ese que hay cerca de aquí?
Asentí y caminamos en silencio hacia el lugar.

Nos sentamos en un banco, el sol brillaba con fuerza.
-Toma-le tendí la bolsa en la que estaba el medallón.
La cogió y la abrió. Se quedó de piedra al ver el colgante, lo sostuvo entre sus manos.
-¡Oh, Mike! Yo no… Yo no…-murmuró.
Le arrebaté el colgante con delicadeza y, apartando su pelo del cuello, lo coloqué con suavidad.
-¡Te quiero!-sentenció antes de besarme.
Sonreí, ese iba a ser un buen día.

Un rato después volvimos a la casa de sus padres.
-Hola-saludé.
-Hola, chico-gruñó su padre, nada más entré. ¡Qué amabilidad!
-Hola-saludó su madre fingiendo una sonrisa de alegría, seguro que mi comida estaba envenenada.
-¿Está ya la comida?-preguntó Abril.
-Sí, claro, pasad.
Me senté donde la otra vez. Comimos una rica ensaladilla, y, unos helados muy ricos también. No hablamos nada, literal, nada. No tenían fácil conversación y yo tampoco lo intenté.
Después de comer nos fuimos.
-¿A dónde, señorita?
-Por ahí-dijo sonriendo.
Asentí. Su móvil sonó pero rechazó la llamada.
-No sé quien era pero no me importa-declaró con una sonrisa.
Reí.
-Así se hace.
-¿A que sí?
Asentí con una sonrisa. Le acaricié el pelo.
-¿A qué hora quedaste con tus amigas?
-A las siete y media, ocho-dijo mirando el reloj-Tenemos muuucho tiempo. ¿Vamos al cine?-preguntó.
-¿Te apetece?
-Si.
-Pues vamos-dije.
Y así hicimos. Vimos una comedia romántica. A mí no me gustó demasiado pero a ella sí.
-Tenía que haber sido Harry Potter-murmuré.
-¿Qué decías?
-Nada, nada.
-Ya, ya-exclamó riendo-¿A dónde vamos?-bostezó.
-¿Tienes sueño? ¡Si sólo son las cinco de la tarde!-exclamé riendo.
-El cine siempre me da sueño-justificó.
-A mí esas películas tan aburridas también.
-¡No era aburrida! Era muy bonita-se defendió.
-Hubo una parte que pensé que me iba a quedar dormido.
Sacudió la cabeza.
-Ahora mismo tengo un sueño…-se restregó los ojos.
-Eres imposible de comprender.
-¡Gracias!
-¡Un placer!-dije mientras salíamos del cine.
-¿Vamos al paseo marítimo?
Acepté. Nos sentamos en el mismo banco de siempre.

Estuvimos allí una hora, casi sin hablar. Luego nos levantamos.
-Son casi las seis, podemos ir dando un paseo.
Asentí y seguí sus órdenes.

Llegamos a la casa de una de sus amigas, el punto de encuentro. Subimos.
-¡Hola, cumpleañera!-gritaron y se acercaron a rodearla. Me aparté de su lado.
-¡Cuánto tiempo!-gritaron de nuevo.
Los chillidos y gritos se repitieron de nuevo. Los vecinos debieron de llamar a la policía pero ellas no se cortaron.
-¡Ey, Mike! Vamos a la habitación de Laura, quédate aquí con los chicos.
Asentí y observé a los chicos que se habían mantenido también en un segundo plano. Había unos cuantos morenos, y dos rubios.

Ninguno habló así que decidí hacerlo yo.
-¿Conocéis a Abril desde hace mucho?
Intercambiaron miradas de desconcierto, no sé si pensaban que no estaba, no sabía hablar o yo era el nuevo capricho decorativo de los excéntricos dueños de la casa.
-Pues yo desde toda la vida-dijo uno.
-Desde el instituto.
Algunos asintieron.
-¿Nos sentamos?-dijo uno indicando los sofás que había en una esquina de la sala-recibidor.
Asentí.
-Yo soy el novio de Laura. Me llamo Federico.
Algunos se fueron presentando. Empezaron a charlar.

Más de media hora después las chicas salieron de la habitación. Más maquilladas que antes.
-Vámonos-sentenció una.
Abril se acercó hacia mí. Llevaba el pelo más liso, los labios y los ojos pintados.
-Estás muy guapa.
Sonrió. Salimos.
-A ver que se les ha ocurrido-susurró en mi oído.
Nos llevaron a una discoteca.
-¿Una discoteca?-preguntó Abril un tanto horrorizada-Yo me voy a mi casa. ¡Sabéis que no me gustan!
-¡Vamos!-suplicaron.
Se quedó de mala gana.
Un rato después pusieron una canción lenta, mucho.
-¿Bailamos?-preguntó.
-¡No!
-Si.
Y terminé bailando.
-No bailas tan mal.
-Ni tan bien-repliqué.
Una amiga vino a llamarla y ella se marchó.

Me sorprendí al ver a Clara.
-¡Hola! ¿Qué haces por aquí?
-Es el cumpleaños de Abril.
-Ah, pobre.
-¿Pobre quién?-pregunté desconcertado.
-Tú, ¿por?
-Ven.
La seguí hasta fuera del local. Abril estaba  besándose con un chico al que reconocí. Diego. Me quedé paralizado.
-¡Pobre!-dijo acariciándome el brazo. Yo continuaba en estado de shock.
Entonces, Clara aprovechó. Me besó.
-¿Mike?-preguntó Abril.
Clara se separó.
-Hola, guapa-exclamó.
Diego se acercó también.
-¿Cómo has podido?-exclamé dolido. El mundo se había detenido.
-¿Yo? ¿Y tú?
-¿Sabes qué? Lo dejamos, ya no somos nada. Adiós-exclamé con rabia.
Clara me siguió pero yo no me detuve. Me daba igual todo.

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Capítulo 36

Los meses pasaron y, cada vez, se confirmó más que Abril y Diego seguían teniendo trato, más allá de la distancia. Más de una vez, la encontré hablando a escondidas con él y recibió varios mensajes suyos cuando estaba en mi compañía. Cada confirmación era como un latigazo de fuego que estremecía mi alma. Las dudas eran enormes, y, para ambos, a cada momento que pasaba, nos resultaba más difícil estar juntos sin complicaciones ni falsas palabras, como hacíamos antes, en Manhattan, cuando solo éramos amigos. Yo sentía amor, por aquel entonces, pero para ella solo era un buen amigo con el que disfrutar y que la apoyaba en los malos momentos. Todo terminaba ahí. Pero esta vida es complicada y todo tiende a torcerse. Y es difícil enderezar las cosas llegados al punto en el que nosotros estábamos. Yo estaba seguro de que era ella pero, si  ella amaba a otro, yo no pensaba entorpecer su relación. Ley de vida, si amas algo deja que alcance la felicidad a costa de la una propia.
Ella se sentía ofendida cuando Clara estaba cerca de mí y siempre acabábamos discutiendo.

Cuando su cumpleaños estuvo cerca, ella dijo que sus padres me habían invitado a comer. Me estremecí ante la sola idea de volver a encontrarme con el ``padrino´´ pero acepté, era su cumpleaños. Comencé a prepararle una sorpresa. Primero fui a encargar a la floristería a la que había acudido, hacía ya tanto tiempo, a por un ramo de flores.
-¡Hola!-saludé con una sonrisa al tendero.
-Hola, ¿qué desea?-no pareció reconocerme en un primer momento, pero, después, un brillo, solo procedente de un recuerdo vivido hacía tiempo, apareció en sus ojos.
-Pues no lo sé. Es el cumpleaños de mi novia-me expliqué, yo siempre tan perdido en esos temas.
-Humm ¿tú fueras quién comprara un ramo de flores, todas azules?
Asentí.
-¿De los pedidos más raros que ha tenido?-dije riendo.
-Humm extravagante, sí, pero no el más raro-contestó sonriendo a su vez.
-Mejor no saber cual ha sido el más extraño-dije.
Asintió.
-A ver que se nos ocurre por aquí…-murmuró, examinando las flores que cubrían paredes y suelo del local.
-Últimamente hemos discutido mucho-musité.
-¿Debido a…? Si no es mucho preguntar-dijo con educación.
-Es una historia larga-acerté a decir sin decidirme a contarle mis problemas a un desconocido.
-Tenemos tiempo-dijo con resolución.
Y comencé a hablar.

Relaté todo lo que nos sucediera desde una mañana en la que nos encontramos en una heladería de Manhattan hasta ese mismo día, casi un año después y a miles de kilómetros de distancia.

El tendero me escuchó sin interrumpir y con semblante serio.
-Y la conclusión final es que mi vida es como un culebrón-exclamé con una sonrisa carente de alegría.
-Chico, no sé que decir. ¿Cuál es tu nombre?-preguntó entrecerrando los ojos.
-Mike. ¿El tuyo?
-Roberto.
-Pues ¿qué me recomiendas, Roberto? Seguro que tú tienes experiencia en disputas amorosas, seguro que muchos de los afectados se han reconciliado gracias a tus flores-miré a mi alrededor, las flores de tantos colores iluminaban la estancia.
-No te creas que tanta. No todo el mundo me cuenta por que han discutido, para eso me habría hecho psicólogo.
-Tienes razón-sonreí.
-¿Y ese chico, Diego, está preparando algo para conquistarla o, como le quieras llamar?
-No lo sé-dije con desánimo-No lo sé. ¿Por qué no tratamos el asunto de las flores?
Asintió y seleccionó unas cuantas, contrastándolas.
-¿Qué te parece que expresen algo?
-Perfecto. ¿Puede ser un te amo, nunca te olvidaré?
-Sin problemas. Un clavel rosa y otro blanco. ¿Cuántos quieres?
-Uno rosa y otro blanco, yo siempre he creído que las pequeñas cosas pueden expresar grandes sentimientos.
-¡Tú si que sabes, chaval! Opino lo mismo y soy de los que no me gustan los ramos ostentosos y sin sentimiento, pero los pequeños, compuestos por solo unas pocas o una, pero con sentimiento expresan a la perfección lo que siente el ``creador´´ del ramo.
Asentí y le pedí que me guardará las que le había pedido para el día indicado. Me sentía más tranquilo después de haber hablado con alguien como Roberto, un desconocido que no sentía nada hacia mí y podía juzgar más allá de los sentimientos.

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Capítulo 35


Esa tarde hablé con Rachel. No le conté nada aunque intuía que ella sabía lo que estaba pasando mejor que yo. Fue una conversación sin sentido. Noté un tono enfadado en su voz y creí deducir por que era. Sabía que yo no le había cogido el teléfono a  Abril. Traté de mostrarme despreocupado pero para actor no valía. Por eso estudiaba Antropología en vez de Arte Dramático. Ese era un talento que siempre me hubiera gustado poseer. Saber mentir, aunque sólo pensara decir mentirijillas piadosas. Encendí mi ordenador. Miré el correo y demás. No había nada interesante. Apagué el ordenador y me puse a estudiar. Dos horas después con un gran dolor de cabeza fui a cenar. Todavía era pronto pero tenía hambre. Unas patatas fritas y un filete de pollo formaron mi cena. Ya sabía cocinar algo. Mi móvil volvió a sonar. Rechacé la llamada. Era Abril. Tal vez la llamara después. Fregué el plato, vaso, los cubiertos con calma. Dejándolos bien brillantes. Limpié la cocina y fui a la ducha. Escuché de nuevo mi móvil. Decidido, la llamaría. Después de salir de la ducha, con el pelo todavía mojado, cogí el teléfono y llamé.
-¡Hola!-dije fingiendo un tono alegre y despreocupado, al igual que con Rachel. Me senté en el sofá.
-Hola-dijo con desconcierto-Te llamé antes.
-He visto ahora las perdidas-mentí-Estaba estudiando-era mentira en cierto modo. Había estudiado, pero si había visto las llamadas.
-Ah-no se lo creyó. No sé si lo de que no hubiera visto las llamadas o lo de estudiar que venía a ser lo mismo.
-¿Qué tal?-cambié de tema. Recliné la cabeza y cerré los ojos unos instantes, cuando volvió a hablar, los abrí.
-Bien, supongo-contestó.
-¿Sólo supones?-reí.
-Sí, sólo supongo-bufó. No estaba de buen humor, y no la culpaba.
-¿Estás enfadada?
-¿Yo? ¡Qué va!-¡si no se lo creía ni ella!
-No te enfades. Lo siento-dije con sinceridad.
-¿No te he dicho que no estoy enfadada?-gritó.
-Cualquiera lo diría. Por poco me dejas sordo-rezongué.
-¡Ay, Mike! Hoy no es mi día, adiós-colgó el teléfono.
-Ni el mío-musité.
Nuestros problemas cada vez iban a peor. Si no era por una cosa, era por otra. Ya estaba cansado. Primero, había tenido que ``pelear´´ contra Diego en Manhattan, y ahora que todo parecía ir bien, volvía. ¿No se podía quedar en su casa, sin molestar? Sabía que la culpa no era sólo de él pero necesitaba un culpable. Yo también lo era. Todos. Bueno, casi todos. Era un descontrol, total. Un descontrol de opiniones y sentimientos. Estaba agotado y no quería seguir con problemas. ¿Tanto pedía? No, desde luego que no. Tranquilidad, normalidad, felicidad, esas palabras que describían mi vida a la perfección antes del último verano, Antes del último verano.

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Capítulo 34

Un par de días después me reencontré con Clara.
-¿Qué tal las vacaciones?-preguntó antes de las clases. Llevaba puesto un jersey azul y unos vaqueros. Su pelo estaba suelto sobre los hombros.
-Pues muy bien, ¿y tú?-no pensaba contarle mis problemas sentimentales.
-Genial. Se te ha echado de menos-dijo.
Me desconcertó. No supe contestar. No quería más problemas, ya tenía de sobra.
-¿Qué peñazo, no? Volver a las clases-dijo al observar mi expresión de total desconcierto.
-Sí, muy aburrido-dije.
Miré de reojo el reloj. No quería ser borde pero deseaba que empezaran las clases y se callara de una vez. Apostaría que ni debajo del agua se callaba. Al contrario que Abril, sus silencios no eran incómodos y no te agobiaba con palabras estúpidas.
-Creo que estas Navidades vi a tu novia-lo dijo con fingido desinterés porque sabía que el tema me interesaría-No iba sola, la acompañaba un chico. Muy guapo, la verdad-dijo en tono de confesión.
-Ah, ¿si?-dije como si no me importara aunque me estaba muriendo por dentro.
-¿Habéis roto, verdad? A mí no me caía nada…-empezó a criticar.
-No hemos roto-dije con tono seco.
-Oh. Lo siento-dijo bajando la mirada. Parecía que iba a callarse. Sólo lo parecía-Pero parecían muy cómplices. Él era muy moreno. Tenía acento de aquí de Barcelona. ¿Lo conoces?
Aunque en ningún momento tuve dudas, si las hubiera tenido, en ese momento se habrían disipado.
-Sí, lo conozco.
-Ah.

Al fin la clase empezó y se calló. Nada más el profesor ponerse en pie, metí todo en la mochila y me fui sin darle tiempo a decir nada. Caminé a paso rápido hasta mi casa, donde me tumbé encima de la cama a meditar. Abril me llamó pero no le cogí el teléfono. Sabía que era cruel por mi parte pero no me atrevía a hablar con ella después de lo que me había dicho Clara. Entonces, ¿qué era lo que realmente pasara mientras yo estaba en Manhattan?

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Capítulo 33

Dudaba si hablar con Abril sobre Diego. Dudaba de lo que ella sentía. Yo mismo la había escuchado decir que estaba confundida. ¿Ella dudaría? Tenía que abordar el tema en algún momento pero no me sentía con ánimos. Antes quería estudiar en Barcelona porque era una muy buena Universidad. Pero, si Abril me dejaba, ¿qué haría? Estaría completamente solo. Bueno, estaba Clara pero, yo no sentía nada hacia ella. Era una amiga y punto. Ahí terminaba la cosa. Y no una amiga con la que me divirtiera, no, si ni siquiera estaba a gusto a su lado. Tal vez porque tenía miedo de los celos de Abril o de Clara, que no era trigo limpio, mi intuición me lo decía. Abril me llamó. Quería saber que tal estaba y si me apetecía quedar. Acepté y le pregunté si podíamos quedar en mi casa porque todavía estaba agotado. Demasiada emoción para mi gusto. Demasiado tiempo pensando lo mismo. Demasiado tiempo sin estar seguro de cosas demasiado importantes para dejar pasar. Demasiado tiempo sin verla.

El timbre sonó. Me levanté del sofá donde estaba viendo el reality show de Paris Hilton (sí, a lo que llega uno cuando no le apetece hacer nada) y abrí. Abril estaba en la puerta, con una sonrisa y una bolsa en la mano derecha. Llevaba unos vaqueros y un grueso jersey por debajo de un grueso abrigo azul. También vestía una bufanda y un gorro de un azul ligeramente más claro. Me sonreía con afabilidad y sincera alegría. Le devolví la sonrisa y le indiqué que pasara.
-Espérame en el salón-dije, desapareciendo tras la puerta de mi habitación
Rebusqué en mi mochila. ¿Dónde lo había guardado? En Barcelona estaba de eso estaba seguro. Hundí el brazo hasta el fondo y toqué una cajita envuelta en papel, la saqué. Regresé al salón. Me senté en el sofá y me incliné sobre Abril. Con mis dedos, le aparté un mechón de cabello que caía sobre su cara. Cuando lo hice, mis dedos rozaron sus labios de manera fugaz. Me incliné aún más y la besé. Permanecimos unos segundos unidos por ese beso.
-Humm-murmuró con los ojos cerrados.
Reí y me separé.
-Vamos, venga, quiero ver que te parece tu regalo.
Abrió los ojos de golpe. Sacudió la cabeza.
-Te iba a decir una cosa pero mejor me la callo.
¿Diego? Por su expresión no parecía que se estuviera refiriendo a algo demasiado importante pero nunca se sabía.
-Bueno, si fuera importante me la dirías ¿verdad?
Asintió, aunque sin demasiada convicción.
-Toma-le acerqué la cajita.
Ella colocó en mi regazo su bolsa. Ambos permanecimos sin movernos, esperando que el otro abriera su regalo.
-Ábrelo-urgí.
-Y tú también-replicó.
Bajé la mirada y saqué un paquete envuelto en papel verde con un lazo de seda. Ella, a su vez, despegó con infinito cuidado el papel de la cajita. Y levantó la tapa. Su rostro mostró sorpresa mientras elevaba en su mano la pulsera. La miró y sonrió.
-Es preciosa-murmuró acariciando la breve pero intensa inscripción-¡Ábrelo de una!-me espetó mientras se colocaba la pulsera en la muñeca.
Desaté el lazo, tratando de hacerlo con calma, para sacarla de sus casillas. Estaba intrigado. Desdoblé el papel con rapidez cuando vi que me fulminaba con la mirada. Era un objeto redondo, de plata. Un denario. Lo acaricié con respeto. Era antiquísimo. Me quedé sin palabras. Un agujero lo atravesaba con un cordón de cuero.
-¿Te gusta?-dijo, por su tono de voz advertí que estaba sonriendo.
-Sí, es genial. ¡Gracias!
La besé. Me colgué el denario del cuello.
-Querría quedarme más pero tengo que irme-dijo con disgusto mientras observaba su reloj. Se levantó y me besó por última vez antes de marcharse con rapidez.
-Adiós-murmuré cuando ya se había ido.

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